La educación es un derecho fundamental, pero para muchos niños, niñas y adolescentes en situación de vulnerabilidad, representa un reto difícil de alcanzar. En los programas de la Secretaría de Bienestar Social (SBS), el área de pedagogía juega un papel esencial para garantizar que este derecho no se vulnere y que cada menor tenga acceso a oportunidades reales de desarrollo.

Una labor que transforma vidas

Juan Carlos Vargas Díaz, profesional del área pedagógica en la Sede Departamental de Jutiapa, explica que su labor va más allá de la enseñanza; implica adaptar metodologías a las capacidades y necesidades de cada niña, niño o adolescente según el programa en el que se encuentren. Sin embargo, uno de los mayores retos es hacer comprender a padres y cuidadores la importancia de la educación y las oportunidades que esta brinda a largo plazo.

El seguimiento de los casos es crucial, ya que muchos adolescentes, debido a su entorno familiar y socioeconómico, ven pocas alternativas para continuar sus estudios. “Nuestro trabajo es reforzar esa parte, romper ese ciclo y ofrecerles oportunidades reales para avanzar”, comenta el profesional. En los programas de medidas socioeducativas, donde el acompañamiento es más constante, se ha logrado un impacto significativo. 

Evaluación y estrategias personalizadas

El proceso inicia con una entrevista diagnóstica que permite evaluar las competencias del niño o adolescente y conocer su entorno. Esta evaluación es clave para diseñar un plan educativo adecuado, considerando factores como la falta de acceso a internet o electricidad en algunas comunidades. Vargas Díaz enfatiza la importancia de mantener a los niños en las escuelas de sus comunidades para fortalecer su desarrollo social, recurriendo a programas educativos alternativos solo cuando no hay otra opción.

Actualmente, en Santa Rosa, se manejan aproximadamente 200 casos distribuidos en diferentes programas: 214 de subsidios, 18 de fortalecimiento familiar, 9 de prevención a la institucionalización, 55 de niñez migrante no acompañada y 8 de medidas socioeducativas. Sin embargo, el trabajo enfrenta desafíos como la falta de recursos y la necesidad de compartir equipos, lo que demanda creatividad y esfuerzo adicional para garantizar el acompañamiento educativo.

Un trabajo que vale la pena

El día a día de los profesionales de pedagogía varía entre la oficina y el campo. En la oficina, se elaboran informes y bases de datos, mientras que en campo, se planifican visitas con anticipación, coordinando con autoridades y familias para maximizar el impacto del programa. “El contacto directo con la comunidad nos permite comprender mejor su realidad y adaptar nuestras estrategias”, señala Vargas Díaz.

A pesar de la carga laboral y la responsabilidad legal que conlleva trabajar con población en situación de vulnerabilidad, el mayor reconocimiento llega cuando un niño o adolescente logra completar sus estudios y transformar su vida. “Es un esfuerzo que vale la pena”, concluye Vargas Díaz, reafirmando el compromiso de la SBS en la restitución del derecho a la educación y el desarrollo integral de la niñez y adolescencia en Guatemala.

Texto: Carolina Hernández
Fotografías: Eduardo Mendoza

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