“Se siente bien hacer algo por las personas y más por ellos que no tienen como salir a cortarse el pelo. Me siento bien de venir porque también puedo practicar y por eso estoy agradecido, por las oportunidades y por las personas que nos apoyan”.
Así reflexionó René* (nombre ficticio), uno de los jóvenes que está a punto de convertirse en un barbero profesional, mientras le cortaba el cabello a uno de los adultos mayores del Hogar de Ancianos Plus Ultra.
René*, junto a sus compañeros del curso de barberos profesionales, forma parte de los programas de formación de la Dirección de Prevención Terciaria de la Secretaría de Bienestar Social; una medida no privativa para adolescentes en conflicto con la Ley Penal, para que cumplan su proceso de reinserción y resocialización.
Antes de comenzar el servicio, los futuros barberos prepararon sus instrumentos siguiendo los pasos que han aprendido con especial dedicación. Acondicionaron el lugar, instalaron sillas, y entonces, recibieron a cada uno de los y las residentes del asilo.
-¿Cómo está, don Jorge? Hoy le voy a cortar el pelo, ¿cómo le gustaría que se lo deje?
-Páseme la uno (cuchilla) arriba y la tres a los lados. -Dijo, don Jorge.
“Los quiero felicitar porque están haciendo algo beneficioso dándoles la oportunidad de ser alguien en la vida. El hecho de que se les eduque los hace salir del esquema general y les da más oportunidades”, expresó don Jorge, después de su corte de cabello.
Maricela España, administradora del hogar, comentó que este forma parte de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y que actualmente resguardan a 16 huéspedes.
“Para nosotros es fabuloso que nos puedan acompañar y prestar este servicio, porque tanto la atención como el hecho de ver caras nuevas les entusiasma bastante a nuestros abuelitos”, indicó.
Esta es una de las últimas prácticas que el grupo de barberos realizará antes de su graduación, así que el ánimo es evidente entre todos porque entonces estarán certificados, lo que para ellos significa un paso firme y real para construir su futuro.
Texto y fotografías: Cecilia García