*Alex miró a su alrededor, lo único que adornaba la noche era el sonido de los grillos y el mecer de los árboles. Acababa de terminar su rutina de ejercicios.
-Dicen que seré el número 100 en salir de esta casa en donde he pasado los dos últimos años de mi vida. Llevo cuatro años sin saber qué pasa allá afuera. Estoy nervioso, no puedo dormir.
Una de las cosas que más me gustó desde la primera vez que entré a este lugar, fue ver los árboles y sentir lo fresco del viento. Juro que nunca en mi vida había puesto tanta atención al sonido de los pájaros, voy a extrañar despertar con su canto todas las mañanas, con esa tranquilidad que hasta ahora es parte de mi vida.
Un viaje al pasado
-Mijo no te juntes con esos patojos. Nada bueno te van a traer, mejor ponete a estudiar.
-Usted no se meta. ¿Estudiar? Eso no da dinero, déjeme en paz. De todos modos ya le hablé al viejo y me dijo que aunque no estuvo con nosotros de pequeños, me dará dinero para poner un negocio. Allí nos miramos al rato mejor, ya no quiero seguirla escuchando.
-¿Qué onda, loco? ¿Estás listos para hacer la vuelta de hoy?
-Simón. -Va. Allí me cuenta pues carnal, esto es lo suyo y aquí estamos para respaldarlo. -Órale.
-Ya estoy en el punto, siento como mi corazón se empieza a acelerar. En un abrir y cerrar de ojos estoy corriendo, se me acaba el aire. ¿Qué hice? Tengo que escapar, volteo y veo a los uniformados detrás de mí.
Ni modo, ya estoy dentro. Lo único que me queda es que mis hermanos de barrio me ayuden. Ya pasaron los días, semanas y meses; no he sabido nada de ellos. La única que ha venido es mi mamá, que sigue necia con que cambie, ya no quiero escuchar la misma cantaleta, mejor le sigo la corriente, pero cuando salga de aquí voy a seguir en lo mismo.
Solo porque me desespera estar detrás de estos barrotes todo el día me voy a poner a estudiar, tal vez hasta termine la primaria. Lo que no me gusta de salir de la celda es que me engrilleten, pero ni modo, eso es lo que me toca.
Ya pasaron dos años desde que estoy aquí. Hoy la psicóloga me habló de un lugar en donde supuestamente estaré mejor. La verdad tengo mis dudas, porque me pintan muy bien las cosas y es imposible que sea tan bueno. Es mejor lo viejo conocido que lo nuevo por conocer… Tal vez me arrepienta de esta decisión que voy a tomar.
Así empezó el cambio
Bajo del microbús, lo primero que miro son los árboles, al pasar la puerta me sorprende que me reciban con aplausos, ¿por qué?. Hasta un perrito me dio la bienvenida, hace rato no acariciaba uno y anda libre por el patio, como todos aquí. Esto no se parece en nada al lugar anterior, no veo las celdas, tampoco los barrotes y me quitaron los grilletes.
“Buenos días, jóvenes, es hora de despertar”, es lo que escucho todos los días a las cinco en punto de la mañana. La verdad, quiero seguir durmiendo, no sé por qué nos levantan tan temprano.
-Vos, mejor regresémonos
-Sí, aquí nos insisten con eso de madrugar, yo sí voy a pedir que me regresen. A mí nadie me manda.
-Nel, hagamos el esfuerzo. Aquí nos tratan bien, no estamos en celdas, tenemos nuestras literas; los baños y donde nos bañamos están limpios siempre.
Ya pasó un mes desde que estoy aquí y la verdad tomé la decisión de seguir adelante. Mi mamá ya me vino a ver y dice que está feliz porque en este lugar se ve que estoy mejor. Confieso que ahora ella es mi mayor motivación para no rendirme. Es la única que nunca me abandonó y siempre me apoya, ahora lo entiendo.
Estoy contento porque ya pasé la prueba, ahora estoy en otra área que se llama Esperanza. Ya empecé a estudiar de nuevo y a aprender en los talleres de panadería y cocina, es lo que más me gusta hacer. También me enseñan computación y puedo ir al gimnasio. La verdad, desde que me levanto me mantengo ocupado hasta la noche, cuando ya llega la hora de dormir.
El presente
Cómo si nada pasaron ya otros dos años y mi sanción está por finalizar. Al fin me iré a casa con mi mamita y mis hermanas. Quiero recuperar el tiempo con ellas, porque nunca las valoré. Veo hacia atrás y ya no soy el mismo. Tengo tantas metas que quiero alcanzar.
Voy a tener una barbería, quiero que tenga los colores de Casa Intermedia, el lugar donde me dieron una segunda oportunidad y donde aprendí tanto. Además, me quiero graduar, ya estoy en cuarto bachillerato. ¡Ja!, y pensar en que no quería seguir.
Aunque estoy nervioso por recuperar mi libertad, no tengo ninguna duda de lo que más deseo: hacer bien las cosas.
Dicen que el 100 es el número de la perfección, pero para mí significa el comienzo de una nueva vida. Gracias a mis psicólogas, a las trabajadoras sociales, a los Vigilantes de Tratamiento Juvenil, a la Salchi, que moviendo la cola me dio la bienvenida desde el primer día, y a todas las personas que han apoyado la reinserción de jóvenes como yo.
Voy a extrañarlos a todos, prometo regresar, pero ya no como privado de libertad, sino como un testimonio de que el cambio y la superación es posible.
Texto: Carolina Hernández
Foto: Archivo SBS