Las aulas de Casa Joven Peronia dejaron de ser más que paredes y ventanas cuando Katherine llegó y encontró en este lugar, algo más grande que un centro en el que podría recibir educación.
Katherine González es una de las adolescentes que forma parte del grupo de 49 estudiantes, que reciben clases en Casa Joven Peronia, y que este año culminará su formación académica en el nivel de diversificado, una meta que la llena de orgullo y satisfacción.
Para la estudiante, Casa Joven no eran palabras desconocidas, pues sus sobrinos ya recibían asistencia psicológica. “Mi hermana ya traía a sus hijos, y por ella me enteré de que aquí podía estudiar, por eso vine”.
Aunque Katherine se acercó por el servicio de educación, en su corazón también estaba el deseo de encontrar un lugar donde se sintiera en casa. “Yo venía buscando un refugio, un hogar donde me sintiera feliz y segura”, confiesa.
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“Creo que el impacto que Casa Joven tiene en mi vida es muy grande. Yo no tenía deseos de superación, ni de lograr metas; aquí, ese anhelo despertó. Pienso en lo que hacen por mí aquí, y ahora entiendo mi propósito de vida: quiero superarme para después trabajar con las niñas, niños y adolescentes y enseñarles”, reflexiona Katherine.
El año escolar apenas acaba de comenzar, pero Katherine se siente entusiasmada por continuar aprendiendo y prepararse para asistir a la universidad. Pero, especialmente, con el día de su graduación, un día que marcará el inicio de una nueva etapa que abordará con más alegría.
“Con todo mi corazón, quiero invitar a que más jóvenes se acerquen asistan a Casa Joven Peronia. Este es un lugar seguro. No tenemos grandes lujos, pero tenemos educación, asistencia psicológica y especialmente un lugar para convivir y salir adelante”, finalizó.
Texto y fotografías: Cecilia García