Rudy* tiene 20 años, es bastante alto y de complexión delgada. Cuando sonríe, su rostro se ilumina, resaltando una mirada profunda. Al platicar con él se nota que le gusta mucho lo que hace y no hace falta preguntarle, él mismo dice que se siente feliz.
Llega a uno de los patios al aire libre del centro, se cambia la playera por otra en la que se puede leer: “Yoga y meditación para prisiones”. Se sitúa al frente de un grupo conformado por sus compañeros y enciende una bocina. Una música relajante empieza a sonar, todo el ambiente se torna tranquilo.
Sentado, con las piernas cruzadas, pide a uno de los jóvenes presentes que lo ayude con una lectura de meditación. La clase de yoga liderada por Rudy* ha comenzado.
“¡Inhalen, exhalen…”, son las indicaciones que Rudy* le da a sus compañeros, mientras cada uno, en su matt, lo escucha con total atención. Luego de las respiraciones siguen los movimientos de cabeza y hombros, acto seguido un estiramiento de cuerpo y así se va desarrollando la clase. Él nos dice que ya tiene dos diplomas que lo acreditan como maestro de yoga, que nunca imaginó que le gustara tanto esta disciplina.
Rudy* ya tiene cuatro años de estar cumpliendo sanción y también un par de haber conocido el yoga. Cuenta que empezó siendo alumno y, debido a su interés y empeño, fue seleccionado para convertirse en facilitador de yoga y meditación con el método Care.
Para aprovechar la oportunidad de convertirse en facilitador tuvo que poner toda su voluntad y entrenarse más que los demás, logrando así convertirse en quien es ahora: un líder para sus compañeros.
Los talleres de Yoga son parte de los cambios que trae consigo el Modelo de Gestión Juvenil, que gradualmente ha empezado a funcionar en el Centro de Privación de Libertad para Varones -CEJUPLIV- II Anexo, donde ya hay una transformación, no solo estructural, sino en la manera de trabajar con los adolescentes.
Rudy* y sus compañeros dicen que los cambios les han ayudado bastante, pues ahora pueden participar en variedad de talleres, donde aprenden y también pueden aportar su grano de arena, convirtiéndose en líderes positivos.
El anhelo de Rudy* es continuar estudiando y, al recobrar su libertad, encontrar un trabajo que le permita abrir su propio centro de yoga, en el que pueda enseñar a otros el arte de la meditación.
Texto: Carolina Hernández
Fotos: Luis Sajché